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La diversidad generacional preocupa y ocupa a la empresa española

Ramón Galcerán
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El mundo está cambiando a pasos agigantados en los últimos tiempos respecto a las realidades que vivíamos hace tan sólo diez o quince años. De la misma forma que ha cambiado el mundo, lo han hecho las empresas también, atravesando un proceso de adaptación y transformación continua a los nuevos paradigmas. Un claro ejemplo de esta transformación es el creciente interés de los dirigentes por la diversidad generacional y cómo ayudan al desarrollo corporativo las sinergias derivadas de la convivencia entre empleados de edades distintas. El fomento de la diversidad en las organizaciones conlleva una serie de beneficios que enriquecen a las empresas, como la dinamización de su funcionamiento, la creación y aportación de nuevas ideas y oportunidades de negocio, o una visión más amplia y compleja respecto a los mercados v las realidades en las que operan.

En España nos enfrentamos a un reto complejo: gestionar la diversidad generacional, un desafío que siempre ha estado ahí pero que en los últimos años ha ido adquiriendo mayor relevancia. La gestión de este tipo de diversidad en las organizaciones se antoja complicada por dos motivos. En primer lugar, la evolución demográfica de la sociedad española, en la que contamos cada vez con mayor talento sénior y jubilaciones más tardías y, en segundo, por la escasez de talento joven para determinadas posiciones ligadas a la digitalización.

En este último caso, la aceleración de la transformación digital en las empresas ha provocado que se acentúen aún más la brecha digital y, en consecuencia, la generacional. Lo cual implica que las empresas dediquen mayores esfuerzos a fomentar la convivencia entre las cuatro generaciones que forman la pirámide poblacional en las organizaciones españolas: baby boomers, la generación X, la generación Z y los millenials.

Los primeros empezaron su carrera profesional antes de la llegada de la computación y presenciaron la popularización de los primeros ordenadores con un Internet aún muy incipiente. La generación Z, sin embargo, ya nació viendo dibujos animados en un teléfono móvil. Por lo tanto, se hace inevitable que tantas diferencias en sus procesos de socialización tengan un efecto importante en su forma de ver el mundo.

 

Brecha digital

En las organizaciones con las que trabajamos hemos observado un aumento de las preocupaciones y los problemas derivados de la gestión de la diversidad generacional. Según refleja nuestro informe El desafío de la diversidad generacional en la empresa española, en el que se encuestaron a más de 200 profesionales -CEO, directores generales y directores de Recursos Humanos-, más de la mitad de ellos están preocupados por la brecha digital entre las cuatro generaciones. Un aspecto positivo es que el 84% de ellas ya habían puesto en marcha medidas para afrontar este reto, por lo que es evidente que la convivencia intergeneracional de los empleados es una preocupación a la que las empresas destinan su tiempo y sus recursos.

Las compañías y sus líderes cuentan con las herramientas para hacer frente a este reto, y no son otras que sus propios empleados y el abanico de recursos y beneficios que una adecuada gestión de la diversidad generacional puede ofrecer. Aunque no existe una fórmula mágica que aporte los mismos beneficios en las distintas empresas, ya que la realidad de cada una de ellas es única, sí hay algunas pautas que pueden servir de ayuda o de guía en el camino hacia la gestión de la diversidad generacional.

Por citar algunas, la necesidad de llevar a cabo un liderazgo valiente, la aplicación de políticas de comunicación interna que incentiven el talento sin perjuicios por edad o la creación de una cultura corporativa con un propósito claro y creíble.

A modo de conclusión. cabe reconocer que cada generación tendrá su propia opinión respecto a las anteriores y sobre las venide-ras, pero tenemos que ser conscientes de que en una organización donde todos trabajan con un objetivo común no se trata de juzgar a nadie, sino de encontrar puntos en común; puentes que favorezcan el enriquecimiento personal de todos, con independencia de su edad.

De eso hablamos cuando defendemos la necesidad de gestionar la diversidad generacional, un posible problema que las mejores empresas son capaces de convertir en una herramienta de competitividad.

 

Noticia original del Expansión