Silvia Alsina, presidenta y CEO de Roman

“Las mujeres tenemos que creérnoslo más”

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Dicen que no comunica bien el que mejor habla, sino el que mejor escucha. Y escuchar es, precisamente, una de las claves del liderazgo de Silvia Alsina. También, muy probablemente, una de las razones que le han llevado a convertirse en una voz de referencia del mundo de la comunicación en España. Propietaria y CEO de Roman, entró en la que hoy es su compañía de becaria, cuando era una agencia de apenas cinco personas y ninguno trabajaba a diario con el email, ni las redes sociales. Corría el año 1992 y por aquél entonces comenzaba el despliegue de internet y las telecomunicaciones vivían su primera gran revolución.

Hoy, Alsina es presidenta y CEO de Roman, y la pequeña agencia centrada en hacer labores de gabinete y relaciones con medios se ha convertido en una consultora de reputación corporativa con más de 200 consultores ‘romanos’ y sedes en Madrid, Barcelona y Londres. Fiel defensora de captar el potencial del talento de las personas, más allá del género, también destaca que las mujeres tienen ahora una “ventana de oportunidad” y les aconseja que no la dejen pasar. “Vivimos un momento en el que se nos escucha, se nos valora, se nos observa... Esto es buenísimo. Para mí, la clave es observar el valor de la diversidad con una perspectiva amplia y ver que todos somos personas con nuestras capacidades y discapacidades, y que lo relevante es detectar y potenciar las luces de cada uno desde una perspectiva de equipo en el que unos complementan a otros”.

Alsina supo perfectamente ver su propia ventana de oportunidad cuando empezaba su carrera profesional. El mundo tecnológico burbujeaba en España y ella decidió apostar por él. “No había muchos especialistas en este tema así que le propuse a mi jefe que abriéramos una división específica de comunicación para compañías de ‘telecos’”. Al poco tiempo, esta división suponía el 60% de la facturación de la compañía.

A Silvia le llovían las ofertas de trabajo así que su jefe le ofreció acciones de la compañía y, sobre todo, campo para correr. La compañía y ella siguieron creciendo mano a mano, hasta que un problema de salud apartó de la vida profesional al dueño de Roman. “Fue entonces cuando le ofrecí comprarle su participación. Me parecía justo que pudiera monetizar el trabajo de toda una vida. Y así es como me convertí en empresaria, algo muy distinto a CEO”. “Había comenzado mi propio proyecto”, remarca.

Trabajadora incansable, creativa, curiosa, inquieta, perfeccionista, exigente, alegre y empática —“en los vídeos de casa de mis padres, con mis hermanas, ya se apreciaba que sería alguien muy movido”— reconoce que uno de sus secretos es “saber muy bien cuándo y cómo recargar mi energía”. Porque para llegar alto, asegura, hay que trabajar mucho: “No hay más secreto que tener unos fundamentales sólidos, que te apasione tu trabajo y que sepas contagiárselo a los demás. Hay quien quiere correr mucho. Y eso no es buena idea. Las cosas llevan su tiempo y los resultados también. Yo sé (casi) todo de este oficio. No digo que sea la mejor, ni mucho menos, pero la realidad es que he hecho todo el recorrido, desde becaria, hasta dueña de la compañía. Me conozco todas las aristas de esta profesión y de mi compañía”. “Me defino como empresaria, pero sigo siendo consultora: me apasiona este oficio y no he dejado de ejercerlo”.

Quizá por ello responde con un “no he tenido tiempo” —a la vez que se le escapa una pequeña carcajada— cuando se le pregunta si ella ha tenido alguna vez el llamado ‘síndrome del impostor’. “Ha sido un camino tan trepidante que no me ha dado tiempo a pararme a pensarlo”. Sí admite, no obstante, verlo con mucha más frecuencia en mujeres que en hombres. “Las mujeres tenemos que creérnoslo más”, asegura.

Es precisamente esta actitud segura y empática al mismo tiempo una de las características clave que Alsina destacaría de un líder natural. “Es importante tener energía, carisma, carácter... Cada uno el suyo, sin imitar a nadie. Pero teniendo claro que eres el líder y que, como tal, conlleva una gran responsabilidad. Eres un pilar para el equipo. Esto no significa que nunca te equivoques, sino que la gente espera de ti foco, temple, seguridad y coraje”.

Además, Alsina insiste en que los líderes deben tener un criterio y un enfoque sólidos. “Hay unas bases fundamentales de lo que tú quieres y no pueden ir pivotando porque haya una crisis o cambien las circunstancias”. “No hay nada peor que un líder voluble, que ahora piensa una cosa y después la contraria. Cuando alguien de mi equipo me dice ‘estaba seguro de que me ibas a decir esto’, pienso, ‘esto es buena señal’. Porque significa que hay un criterio y esto, con el tiempo, genera más aciertos que errores”.

Pero si hay un principio que Alsina pone por encima de todos los demás, es el de crear una cultura de equipo sólida, a base de buenas personas. “La época de los liderazgos agresivos ha terminado. El crecimiento que ha vivido Roman en estos últimos diez años ha sido gracias a que ha habido un genuino espíritu de trabajo en equipo que guiaba todas nuestras actuaciones y en el que sabíamos que nadie es mejor que nadie, sino que juntos éramos mejores”. Y para ello es clave “observar, escuchar y trabajar en equipo con buenos profesionales, especializados, que sean buenas personas. No tengo ninguna duda”, concluye.