Ciberseguridad

Resiliencia digital: una visión desde la experiencia ante las caídas globales

Cristina Muñoz-Aycuens
Por:
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Las recientes caídas globales de grandes proveedores tecnológicos han vuelto a poner sobre la mesa una realidad incuestionable: la economía digital es tan eficiente como frágil. En este artículo, Cristina Muñoz-Aycuens, de Grant Thornton, analiza las causas estructurales de estas interrupciones y expone por qué la resiliencia digital se ha convertido en una prioridad estratégica para las organizaciones.
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En los últimos meses, hemos vuelto a comprobar cómo una parte significativa de internet puede quedar fuera de servicio en cuestión de minutos. La reciente caída de Cloudflare, que afectó a plataformas tan diversas como LinkedIn, Canva, Decathlon o Fortnite, no es un hecho aislado: es la segunda interrupción relevante en apenas dos semanas y se suma a incidentes previos en gigantes como AWS o Azure. Estos episodios no solo ponen a prueba la paciencia de los usuarios, sino que evidencian una vulnerabilidad estructural: la excesiva concentración de servicios críticos en manos de unos pocos actores.

 

¿Por qué se producen estos fallos y qué los hace tan peligrosos?

El origen de la última caída estuvo en dos herramientas internas clave de Cloudflare (el panel de control y las API), esenciales para la gestión de su red global. Aunque la distribución de contenido y la seguridad siguieron funcionando en gran parte, el fallo en estas interfaces provocó errores masivos en miles de páginas web. No se trató de un ciberataque, sino de un error interno. Y, aunque estos fallos no son frecuentes, pueden ocurrir porque gran parte de internet depende de unos pocos proveedores, lo que hace que cualquier error técnico tenga un impacto enorme y transversal.

Como he señalado en medios como ABC y Vozpópuli, “la concentración de servicios en manos de pocos actores supone un riesgo para todo el ecosistema digital”. Cuando uno de estos “grandes nodos” falla, el efecto cascada afecta a banca online, comercio electrónico, redes sociales y muchas otras plataformas. Por eso es fundamental que las empresas se preparen para reducir el impacto de este tipo de caídas.

 

Riesgo de concentración: el verdadero desafío

No es solo un problema de Cloudflare; es un problema estructural. La apuesta por modelos nativos en la nube ha intensificado esta concentración porque ofrecen rapidez, escala global y altos niveles de seguridad. Pero, si uno de estos proveedores falla, el impacto se multiplica a lo largo de mercados, cadenas de suministro e incluso países enteros. La nube, los CDN y las redes edge son ya el tejido que sostiene la economía digital, y cada punto de esa red conlleva riesgos operativos, financieros y de cumplimiento para las compañías.

 

¿Qué pueden hacer las empresas? Recomendaciones prácticas

Desde mi experiencia, la resiliencia digital no es solo una cuestión técnica, sino de estrategia y de anticipación. Por ello, recomiendo a las organizaciones:

  • Diversificar proveedores (estrategia multicloud): no poner todos los huevos en la misma cesta reduce el riesgo de concentración.

  • Diseñar sistemas resilientes con redundancia y mecanismos de failover: así, un fallo puntual no paraliza toda la operativa.

  • Definir planes de contingencia y monitorización proactiva: ensayar protocolos y actuar con transparencia es clave para una recuperación ágil.

  • Revisar SLA y riesgos para garantizar la continuidad: no basta con confiar en los proveedores críticos; hay que demostrar su resiliencia y exigir transparencia.

Además, la colaboración con los reguladores y la anticipación de escenarios de crisis facilitan normas más realistas y reducen sorpresas cuando algo ocurre. Normativas como DORA o el régimen británico de Operational Resilience ya exigen demostrar la capacidad de recuperación, no solo confiar en la promesa de los proveedores.

En resumen: las caídas globales no son solo un reto tecnológico, sino una llamada de atención para repensar la dependencia digital y fortalecer la resiliencia de las organizaciones. Prepararse para lo improbable es, hoy, una obligación estratégica.